Tel. 91 027 52 24 | info@ammapsicologia.es

AMMA
Blog

¿En que medida decidimos nosotros?

Uno de los procesos más difíciles a los que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida es a tomar decisiones. Obviamente, no será lo mismo elegir entre cuestiones triviales, donde las consecuencias de una elección equivocada son irrelevantes, a aquellas otras trascendentales para nuestro futuro vital. En las primeras, actuamos muchas veces de forma casi automática, ya que el nivel de razonamiento requerido es menos complejo y profundo que en las segundas, en las cuales invertimos mucho más tiempo a la hora de sopesar los resultados posibles y obramos de manera analítica y meticulosa.

Una decisión, es una resolución que tomamos respecto de algo, y en la toma de decisiones realizamos una elección entre diversas alternativas, que pueden aparecer en múltiples contextos, ya sea a nivel profesional, familiar, sentimental, etc. Dicho proceso, teóricamente nos permite solucionar aquellos conflictos o desafíos a los que tenemos que enfrentarnos de forma individual, grupal u organizacional. Los modelos clásicos de toma de decisiones, como el de Hastie, o los de resolución de problemas como el de D´Zurilla & Goldfried, se han incorporado con éxito a la terapia de corte cognitivo-conductual. Básicamente, hacen hincapié en las respuestas adaptativas que debe dar el sujeto a los problemas, pero estas no son siempre identificables por él, debido a la existencia de barreras u obstáculos (Nezu, 2004).

En el proceso de toma de decisiones influyen las demandas de la situación. Estas pueden ser internas; objetivos y valores de la persona; o externas, como la ambigüedad circunstancial, la incertidumbre, la falta de recursos, la novedad o las demandas en conflicto.

A grandes rasgos, en este proceso decisional, se procede analizando el problema, se definen los objetivos a alcanzar, se ponen en la balanza los aspectos positivos y negativos de cada decisión, se generan conductas alternativas a través de un brainstorming, se extrapolan los resultados asociados con objeto de prever los cambios que se producirán en la situación y se extraen las consecuencias de cada uno de ellos.

Cualquier proceso decisional debería basarse en un amplio conocimiento del problema que deseamos superar, aspecto que recogen las teorías anteriores. Sin embargo, en muchas situaciones no tenemos claro qué decisión tomar, ya que las
variables intervinientes, sean estas positivas o negativas, son similares, o el razonamiento analítico y frío de la situación pugna con nuestras emociones, valores, creencias o sentimientos.

Lo que a menudo suele ser motivo de reflexión para psicólogos, filósofos y pensadores, es saber quién decide realmente, ya que nuestras creencias o valores pueden haber sido influenciados por diferentes agentes sociales, culturales, biográficos, históricos o institucionales.

Por otro lado, emergen preguntas relacionadas sobre qué papel juega nuestro lado subconsciente a la hora de realizar dichas elecciones, o en qué medida las tomamos con rigor y de manera plenamente consciente.

Así mismo, existen numerosas corrientes dentro y fuera de la psicología que hacen mención a la incapacidad del ser humano para procesar toda la información que le llega, debido a que el cerebro está diseñado para atender selectivamente solo a aquellos estímulos relevantes, economizando recursos que considera innecesarios y que a nivel adaptativo le han servido históricamente como especie. Un ejemplo claro de esto son los heurísticos, atajos mentales inconscientes a los que recurrimos para reformular cientos de decisiones cotidianas, que nos permiten simplificarlas y resolverlas de forma casi automática.

Pero ¿Es realmente consciente el ser humano sobre lo que decide cuando se trata de decisiones verdaderamente trascendentales? ¿Es libre para tomarlas? ¿Qué papel juega el ambiente? ¿Qué clase de influencia ejercen las variables cognitivas y emocionales? ¿Cómo afectan las creencias, la crianza, los valores, la cultura o la biografía en la toma de decisiones?

Para dar respuesta a todas estas preguntas, en el presente artículo se pretende profundizar en estas áreas y revisar de forma sucinta y breve la teoría de la subjetividad freudiana y otras aportaciones de diferentes corrientes de la psicología, dónde hipotetizamos que la toma de decisiones racional y consciente está mediada por la subjetividad del individuo y por otras variables de diversa naturaleza.

Teoría de la Subjetividad

En 1917, Freud escribía que la ciencia había asestado tres heridas narcisistas a la humanidad occidental: una cosmológica, una biológica y una psicológica.

La cosmológica, guarda relación con la teoría heliocéntrica copernicana. Antes de Copérnico se creía que la Tierra era el centro absoluto e inamovible del universo, pero el astrónomo tiraba por los suelos esa creencia al demostrar que nuestro planeta es uno de muchos que orbita nuestro Sol.

La biológica, ejecutada por C. Darwin, cuestionaba la idea metafísica del origen divino del ser humano, y este pasaba a ser concebido como una especie más dentro del reino animal.

La psicológica, fue perpetrada por el mismo Freud en su teoría de la subjetividad, en la que se brinda un análisis pormenorizado de las dimensiones irracionales e inconscientes de la acción y experiencia humanas, en contradicción con el modelo hegemónico racionalista cartesiano, que tiene su origen en las tesis defendidas por R. Descartes, y que se consolida definitivamente en el racionalismo ilustrado del siglo XVIII. Esta postura ideológica, va a presidir la concepción del pensamiento modernista occidental a lo largo de esos siglos. Dicho paradigma, afirmaba que el ser humano es amo y señor de su vida anímica, que está habilitado para obtener un conocimiento prístino de todo lo que ocurre en su psique, y que, en base a esta información, absolutamente confiable y certera sobre sí mismo, puede decidir libre y racionalmente acerca de sus acciones u omisiones.

Freud, se posiciona en contra de este modelo, y defiende conjuntamente con D. Humme y F. Nietzsche, que los seres humanos no son absolutamente racionales ni transparentes para sí mismos, lo que para los intérpretes actuales es su mayor contribución: Un esbozo de una “ciencia interpretativa de la irracionalidad motivada”, capaz de dar cuenta de las fuerzas inconscientes – temores, fantasías, deseos y afectos – que más allá de nuestra conciencia y voluntad, gobiernan nuestro comportamiento cotidiano. Esta postura dará lugar a su famosa frase: “El Yo no es amo en su propia casa”, lo que para muchos estudiosos de nuestra época, constituye la enseñanza central del psicoanálisis.

Freud confronta la concepción de “sujeto inconsciente” con la noción de “sujeto cartesiano”. Desde esta perspectiva, señala Freud, el yo se siente seguro tanto de la completitud y de la confiabilidad de su percepción interna, como de la viabilidad de sus órdenes. Dicho de otro modo, además de creerse absolutamente transparente para sí mismo, el sujeto cartesiano tiene confianza absoluta en su capacidad para dominar sus pensamientos, sentimientos y acciones. “El ser humano (…) se siente soberano en su propia alma” (Freud, 1919).

El descubrimiento freudiano de la existencia y funcionamiento del inconsciente puede afirmarse, viene a echar por tierra esta visión arrogante de la subjetividad humana. Para Feud, “yo me soy extraño a mí mismo”, porque jamás puedo aprehender clara y distintamente lo que ocurre en mi psique. El sujeto individual carece de la autonomía y la libertad que el common sense moderno le adjudica. Lejos de denominarse a sí mismo libre y conscientemente, el yo es, en última instancia, una marioneta de sus propios procesos psicológicos inconscientes.

Desde esta perspectiva la carencia de autodominio no sería pues prerrogativa de los “dementes”, los “niños”, y los “primitivos”, sino, más bien, un rasgo esencial de la conditio humana, con lo que se rompe con el prejuicio sobre la existencia de una fisura abismal entre el funcionamiento psíquico “patológico” y el “normal” (Honneth, 2017).

El yo se vale de procesos inconscientes que son absolutamente extraños al clásico sujeto cartesiano: los denominados “mecanismos de defensa”, – regresión, represión, racionalización, negación, identificación, introyección, entre otros – que, operando a espaldas del individuo, se encargan de rechazar, ahuyentar y transformar estímulos externos que ponen en peligro la integridad subjetiva.

Pensadores contemporáneos tan diferentes como Critchley y Honneth resaltan la relevancia de la noción freudiana del sujeto escindido para las discusiones actuales acerca de la experiencia ética y la relación consigo mismo.

Toda esta disertación sobre la teoría freudiana de la subjetividad humana, es concluyente para entender que el individuo no es capaz de tomar plenamente decisiones de forma libre, autónoma y consciente.

Aportes de la Psicología Social

Sabemos que, además de nuestra dotación genética o nuestras características fisiológicas, el ambiente nos conforma como individuos, y modula nuestra conducta, pensamiento, hábitos, actitudes, etc.

Desde que nacemos, estamos expuestos a numerosos estímulos externos que de una forma u otra van a condicionar nuestra existencia. Los modelos de crianza, los tipos de apego, las relaciones y la calidad de los vínculos que mantengamos con figuras representativas en esa etapa, van a marcar nuestro devenir como individuos.

La capacidad para tomar decisiones va a estar también mediada por toda esa serie de eventos y circunstancias. Por ejemplo, una persona que ha sido expuesta desde su infancia a un estilo de crianza sobreprotector se mostrará presuntamente más indecisa e insegura cuando tenga que asumir retos o cambios vitales que impliquen elegir o postularse ante una situación, ya que habrá aprendido en gran medida a que otros solucionen sus problemas.

Las creencias, los valores sociales o familiares y la cultura también juegan un papel determinante a la hora de decidirnos por una u otra opción. A menudo escuchamos frases hechas en nuestro entorno, que pasan de unas personas a otras con suma facilidad y que apenas son cuestionadas. Esas expresiones ilustran el peso que tienen los valores o las creencias subyacentes y que en muchos casos son introyectadas, es decir, asumidas “sin masticar” porque provenían de personas con mucha influencia y poder sobre nosotros en un determinado momento o por los criterios morales dominantes de la época.

La sociedad y la cultura juegan también un papel determinante en tareas decisionales trascendentes en nuestra vida. Obviamente, no es lo mismo declararse homosexual abiertamente en la España actual, que durante el franquismo; o divorciarse en un país laico y desarrollado, a hacerlo en uno donde imperan férreos valores religiosos, actitudes tradicionales institucionalizadas o un modelo patriarcal.

Sabemos que la presencia implícita de diversas instituciones también va a pesar a la hora de que decidamos, a veces de forma consciente, pero también en otros casos inconscientemente. Estas no necesitan estar presentes, físicamente, basta que lo estén sus normas, reglas, productos…etc.

Las estructuras sociales de estatus y poder, las modas, las costumbres, los rituales o los estereotipos también van a jugar un papel decisivo a la hora de escoger entre diferentes opciones.

Nuestra necesidad de pertenencia, de establecer vínculos positivos, duraderos y estrechos con otras personas, o la influencia del grupo social y su presión, pueden también inclinar de manera importante la balanza a la hora de decidir.

En muchos casos, tomar una decisión en contra de la mayoría implica procesos de estigmatización, ostracismo o exclusión. De hecho, el ostracismo se ha utilizado en todas las épocas y en todas las culturas para regular el comportamiento social.

Cabría reseñar experimentos, que han aportado cierta validez empírica a cómo nuestra conducta de elección es modificada por la presión grupal, incluso con estímulos físicos. Un ejemplo, es el trabajo de investigación llevado a cabo por S. Asch en 1951, donde los participantes se dejaban llevar en un elevado porcentaje de casos por lo que decía la mayoría.

Como conclusión, argumentamos que los seres humanos no somos plenamente libres, autónomos o conscientes a la hora de tomar decisiones, bien sean estas de naturaleza irrelevante o trascendental para nuestra existencia. La intrasubjetividad, la ambientalidad, el peso de las emociones, la cultura, la biografía, la presión social, la incertidumbre, o la misma dificultad de vivir en entornos complejos y altamente demandantes, nos hace poco objetivos y vulnerables a la hora de decidir.

Estudiar o no una carrera, acceder a un puesto de trabajo o abandonarlo, cambiar de ciudad o de país, montar una empresa, escoger pareja, vivir en soledad, casarnos, divorciarnos, tener descendencia, etc., son decisiones que van a marcar nuestras vidas, y por tanto requerirán de nosotros un análisis profundo, que procure evitar sesgos decisionales, a fin de moldear una elección a nuestra medida, basada en nuestros valores y necesidades.

En ocasiones, será necesario el apoyo de profesionales y expertos que nos ayuden en ese complejo proceso, y aporten otras perspectivas alternativas, que pueden alumbrarnos en nuestro camino y enriquecer nuestra visión.

Bibliografía

Critchley, S. (2012) Infinitely demanding: Ethics of commitment, Politics of Resistance. London: Verso.
Freud, S. (1975) Esquema del Psicoanálisis. Paidós: Buenos Aires: El cielo por asalto.
Fromm, E. (2004) El miedo a la libertad. Buenos Aires. Paidós.
Honneth, A. (2009) Crítica del agravio moral: Patología de la sociedad contemporánea. . México: Fondo de cultura económica.
Gaviria Stewart, E. (2009) Introducción a la Psicología Social. Sanz y Torres.
Hume, D. (1965) A treatise of human nature. Oxford. Clarendon Press.
Marcuse, H. (1983) Eros y Civilización. Madrid.: Sarpe.
Rojí Menchaca, B. (2014) Introducción a los tratamientos psicodinámicos, experienciales, constructivistas, sistémicos e integradores. Uned.
Ruiz, M. (2012) Manual de Técnicas de Intervención Cognitivo Conductuales. Desclee de Brouwer.


Autor: X. Anxo Maciel Vilar


Leer otros artículos >

Deja un comentario