[vc_row][vc_column][vc_column_text]Recientemente, viendo la serie Outlander, en la cual la protagonista viaja 200 años hacia atrás en el tiempo (gracias a un extraño sortilegio ligado a un ancestral círculo megalítico escocés) reflexioné sobre la capacidad que tenemos las personas para viajar al pasado o al futuro sin ningún artificio, gracias en este caso a nuestra memoria, bien en forma de pensamiento, imágenes o emociones.
Esto en principio es positivo, ya que el pasado conforma nuestra identidad como individuos y nos ayuda, entre otras cosas, a no cometer los mismos errores. Por otro lado, proyectar nuestro futuro es importante a la hora de alcanzar objetivos o planificar determinadas acciones.
Pero a veces, puede suceder que esos “viajes” al pasado o al futuro no sean tan deseables, e incluso poco placenteros, llegando en ocasiones a tomar el control de nuestra voluntad o incluso de nuestra propia vida.
La preocupación (ocuparse de algo antes de que suceda) y la rumiación (rememorar sucesos pasados) excesivas, suelen acompañar a numerosas problemáticas clínicas, como los trastornos de ansiedad, el pánico, la culpa patológica, la depresión, etc.
Lo cierto es que, aunque esos pensamientos de naturaleza mecanicista no se ciñen habitualmente a un contexto racional o real, podrían tomar posesión de nuestra mente, que acabaría por acogerlos, muchas veces incluso en contra de nuestros deseos.
Es el caso de aquellas entidades obsesivas o intrusivas, que se obstinan en aparecer en cualquier momento y que, a pesar de nuestros esfuerzos, no logramos dominar. Suelen ser pensamientos polarizados, extremos, negativos e inadaptativos, en la medida en que provocan un bajo estado de ánimo, disminuyen la actividad de la persona que los padece y no se apoyan en datos reales que los validen.
Las tendencias a pensar de una determinada manera son dispares dependiendo de la edad del individuo. Por ejemplo, la gente más mayor suele rumiar sobre su pasado, recuerdan lo que hicieron o no pudieron hacer. En ocasiones, las nostalgia les invade a causa de duelos o conflictos no resueltos, ausencia de seres queridos, etc. Por el contrario, los jóvenes podrían sentir incertidumbre respecto de su futuro, debido a que sus expectativas son guiadas por pautas educativas y creencias que aprendieron en su niñez, las cuales en ocasiones no han llegado a cuestionar.
Pero ni el pasado ni el futuro existen. El pasado no deja de ser una reconstrucción arbitraria de unos hechos determinados, filtrados y procesados de una manera peculiar por cada individuo, en la que cuentan estados de ánimo asociados a dicho recuerdo, su color afectivo o distorsiones cognitivas que a veces usamos para darle sentido. Por otro lado, en relación con el futuro, no podemos conocer qué sucederá. Planificar nuestro futuro sería algo constructivo, no obstante, deberíamos diferenciar dicha proyección de una preocupación ante algo que no ha sucedido y qué no sabemos si ocurrirá.
Lo cierto es que solo tenemos el aquí y el ahora, sin embargo, permanecer en el presente no es una tarea fácil. Aunque seamos conscientes de la inutilidad de pensar de una manera desadaptada y de que esta no nos ayuda en nuestra vida, suele costarnos salir del surco, y más si hemos alimentado y reforzado ese proceso a lo largo del tiempo.
¿Qué podemos hacer entonces?
La mente humana es un ente complejo. Para conquistar el presente y aprender a controlar los mecanismos que rigen el pensamiento, en ocasiones necesitaremos la ayuda de un profesional que nos guíe. Existen numerosas técnicas eficaces, que combinadas o individualmente, pueden ayudarnos, siempre y cuando nos afanemos en su uso y en su práctica regular.
Ejemplos de algunas de estas son la terapia cognitiva, la cual puede ayudarnos a modificar nuestro diálogo interno, el mindfulness o la meditación, claves para vivir en el presente, técnicas emotivas, focalizadas en la expresión emocional asociada a los pensamientos automáticos. El trabajo a nivel cognitivo (qué pensamos), fisiológico (cómo reaccionamos) y emocional (qué sentimos) nos ayudará cual tándem a posicionarnos en el aquí y el ahora, en definitiva, a tomar el control de nuestra existencia.
Es importante entender que no somos nuestros pensamientos, y que más allá de dicho ente pensante, el cual se presenta como único y totalizador, existen otras capacidades humanas como la abstracción de dichos estados, la aceptación o la compasión.
Cambiar el foco y salirnos de la dictadura de lo racional, para sumergirnos en niveles superiores de conciencia, donde el pensamiento se diluye y pierde todo su poder hipnótico, es parte del camino hacia la liberación de las ataduras del pasado o del futuro.
Bienvenido a tu presente.
Autor: X. Anxo Maciel Vilar
Psicólogo sanitario: M-33133
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